Crónicas

Soy una fanática que siempre llega tarde

Hace unas semanas atrás tuve la oportunidad de poder estar cerca de uno de mis cantantes favoritos. En realidad, todo lo que tenga canas se convierte en «MI FAVORITO», pero este sí es mi favorito desde antes del año 2005. ¿Me van entendiendo verdad?

Por fin el día más esperado había llegado. Antonio «Papito Rico» Orozco y yo íbamos a mirarnos, de frente deteniendo el tiempo, aunque las demás mujeres allí presentes me fueran a mirar con envidia. Y es que esta que está aquí escribiendo, tenía la oportunidad de su vida: estar en el «sound check» del concierto de esa joya.

Como es costumbre, tenía todo planeado. Cómo iba a llegar, qué ropa ponerme y hasta los «selfies» que nos íbamos a tirar mi futuro marido y yo. Estaba claro, todo estaba en orden y no habían preocupaciones. Aunque mis padres me mandaran a arreglarme casi a las 11:00. Tú sabes, los padres saben más que una. Y ellos me conocen bien.

Tenía que estar en el Coliseo de Puerto Rico a las 2:30 de la tarde. Yo, que soy de Comerío y que para ir al «Choli» tomo el Tren Urbano, dejé que el tiempo pasara y cuando me di cuenta ya era la 1:00 de la tarde.

Cuando por fin estoy en «pantys y brassiere» lista para bañarme y rogando que no entrase ningún pillo a la casa para que no fuera testigo de este cuerpo escultural, recibo una llamada muy importante. La llamada terminó siendo una llamada de 35 minutos y era tan y tan importante que me daba miedo interrumpirla.

Si la llamada hubiese sido después de bañada, me vestía hablando, pero al ser antes de, no podía meterme a la bañera mientras hablaba. «Ok. Julianna métete a bañar» y cuando por fin estoy adentro, miro hacia abajo y descubro que tengo las patas peludas. ¡Y yo iba en traje! Así que ya saben cuánto duró el baño. ¿Con este cuerpito y estos muslos míos tan, pero tan diminutos, no creen que me tardé?

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Así las cosas, ya iban a ser las dos de la tarde cuando salí del baño. Me puse el traje lo más rápido que pude, los primeros zapatos que encontré (que no eran los que quería ponerme), eché a la cartera unas pantallas, un perfume, maquillaje, un pinta uñas, un paquete de galletas y tres botellas de agua. Eran las dos y yo tenía que estar en Hato Rey a las 2:30 de la tarde.

Cuando llegué a Bayamón tomé todos los atajos que sabía, pero al parecer todo el mundo quería evitar las luces porque lo que había al frente mío parecía una procesión de un entierro.

Antes de llegar a la estación  «El Deportivo», por la prisa, no tomé ese camino y terminé en la estación de «El Cantón Mall». De más está decir que cantando varias maldiciones, viré hasta la estación correcta. ¿Por qué? Siempre he encontrado que la estación » El Deportivo» es más segura y mejor.

Llegué a la estación corriendo, saqué la tarjeta de entrada y la máquina se puso bien lenta y no quería darme el recibo. Ya se imaginarán mi cara. Ya eran las 2:30 de la tarde. Ya estaba tarde, no me podía ir peor. Respiré y esperé mi recibo.

Subí las escaleras y allí lo vi. Era el barbudo más lindo que había visto. Me quedé mirándolo todo el tiempo y si él no se hubiese movido a montarse en el tren, se me pasaba. Porque ni cuenta me di que había llegado. Me monté y me senté frente a él para poder mirarlo completo. Pero, siempre hay un pero. Me acordé que tenía que pintarme las uñas.

¡Qué malo es pintarse las uñas en un maldito tren! El tren se movía, yo estaba a la prisa y al parecer el barbudo no había visto a una «loca» pintándose las uñas nunca. En ese momento recibo un texto diciéndome que me están esperando, que hasta que yo no llegara las otras personas no iban a entrar. Me pude haber dado guille y decirles que estaba ya llegando, pero le texteé que entraran sin mí, que yo entraba sola. Luego de ese texto, mi celular estaba también con las uñas pintadas. ¡Fuck qué embarre!

En fin, cuando llegamos a la estación de Cupey, el tren cierra sus puertas, pero no avanza. ¡Qué raro! Al poco tiempo se escuchó por los altavoces: «Atención pasajeros el tren saldrá dentro de 10 minutos. Atención pasajeros el tren se moverá en 10 minutos».  Are you fucking kidding me? ¡10 minutos! Yo no puedo esperar, estoy tarde. Y luego de que me diera un infarto, respiré y aproveché para maquillarme. Justo cuando iba a pasarme el delineador líquido, ¿adivinen qué? Sí, el tren comenzó a moverse y yo en vez de una línea recta pequeña en el ojo, tenía el puente «Dos Hermanos».

Cuando llegué a Hato Rey, mis ojos tuvieron que despedirse del barbudo que al parecer entendió que yo tenía un compromiso y por eso me estaba pintando las uñas en el tren. Con una sonrisa de lado, no porque estaba pasmada, sino porque tengo la boca «virá» me despedí de él y me bajé del tren.

De estar a dos minutos o menos del coliseo, terminé a 10 y es que en el momento en que llegué a Dios se le ocurrió mandarnos agua. Gracias Dios, pero coño, tantos días para hacerlo y tenía que ser cuando ya estaba a minutos de entrar a ver al amor mío.

Esperé, pero la lluvia nunca paró, así que esquivando las gotas caminé hasta el otro lado del coliseo. Sí, leíste bien. Esquivando las gotas. ¿Tú papá nunca te enseño a hacer eso? El mío sí. Win 🙌🙌😎😎!!

¿Cómo poder explicarle lo próximo sin sonar cafre? No sirvió de nada el pintarme las uñas. Tampoco maquillarme y llenarme de delineador líquido. El «blower» desapareció y el pinta labios violeta no funcionó. Llegué toda mojada como un pollito y con mi cara sacada de una película de misterio: todo el maquillaje regado.

No importó, entré calladita y me senté. ¡Qué raro! Estoy ya frente a la tarima para deleitarme con las canciones de mi papi chulo, pero no hay una persona cantando en la tarima. Hay un Antonio que ni se dio cuenta que llegué. Un Antonio que justo cuando estoy entrando por las puertas de Arena Oeste terminó de cantar. Al menos me dio «break» de tirarme una foto. Sí, pero grupal :|. Así que esta muchacha toda mojada, con el pelo mojado (se me fue el «blower»), con los ojos como si fuera cantante de rock, se puso en la parte de atrás sin molestar a nadie.

En ese momento pasó algo maravilloso. En vez de quedar completamente enamorada de Orozco quien estaba a mi lado, quedé prendida del español que nos tiró la foto. ¡Joder tío! ¿Es posible algo así?

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No, no saqué los «selfies» que tenía en mente. Tampoco le di un beso. Ni siquiera supo que había llegado. Pero el poder escuchar esos putos acentos españoles para mí fue suficiente.

No puedo echarle a culpa a nadie porque soy esa fanática que siempre llega tarde.

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