Recuerdo cómo de camino a mi casa me contabas muchas cosas. Tal fue mi sorpresa al escuhar de tí las siguientes palabras: «Este es el momento en que decides si te vas o te quedas porque yo soy la persona más complicada de esta vida.»
Me sorprendieron tus palabras porque en ese momento no estábamos hablando de «nosotros». Estábamos hablando de tí. ¡Por eso escuchar esas palabras me dieron mucho miedo!
Sé que no te contesté. Ni siquiera cuando me dijiste: «¿Interpreto tu silencio?» Sí, dejé que lo interpretaras, como te diera la gana. No fui capaz de decir nada. No esa noche, no a la siguiente, ni a la siguiente de la siguiente. Te contesté tres o cuatro días después y lo hice porque estaba segura que ibas a interpretar lo que no era, como siempre haces.
Y aunque te contesté por «Whatsapp» o por texto (como quieras llamarlo) de una manera muy bonita, me faltó decir mucho más. Dentro de las letras que te envié, están obviadas unas palabras, pero aquí está mi verdadera contestación:
«Yo nunca me voy a ir de tu vida aunque seas la persona más complicada de este mundo (porque me gustas). Yo creo en tí y en tu fortaleza (porque te admiro). E independientemente quedemos como amigos (si llegase a pasar eso me moriría), para tí y tus hijos todo (porque te aprecio). Porque yo soy una pila de mierda en comparacion con tus otras parejas, pero entiendo lo maravilloso que son tus hijos. Y antes de quererte a ti, los amo a ellos (porque te comprendo). Así que no me interesa si eres complicado o no…siempre, siempre estaré aquí (porque te amo).»
¿Qué cosas no? Como a veces obviamos las palabras que realmente son importantes por miedo a que nos malinterpreten.
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