Crónicas

Trabajé el día del Paro Nacional

Hoy no es un día distinto. Hoy es martes y la alarma sonó a las 4:30 de la mañana como todos los días. Me levanté, me di un baño, fui a la cocina y puse la cafetera. Necesitaba café negro y carga’o para comenzar un día que no iba a ser fácil.

Entré al cuarto y mi esposa se levantaba de la cama, todavía con sueño. Se recogió su cabello, rubio como el Sol, con un moño y me miró con pena. Sabía por qué ella lo hacía: tenía miedo. Tanto miedo como el año pasado.

-Ten cuidado, vas para el área.

-Tranquila, el café está listo.

Le di un beso y terminé de arreglarme. No, no soy policía. Soy electricista. Un simple electricista. Un electricista que no puede dejar de trabajar ni el día del Paro Nacional ni el día de mi cumpleaños. Tampoco el día de Nochebuena. Soy un trabajador puertorriqueño, que tiene una compañía de electricidad, que es jefe y tiene 10 empleados que dependen de mí.

Mis empleados y yo no podemos parar y eso pasa con miles de trabajadores puertorriqueños. No pueden dejar de trabajar, no pueden protestar y no los van a ver alzando su voz. Y no es porque no nos importe, nos importa más de lo que la gente piensa; sino que aunque paremos y nos unamos a la lucha, nada va a cambiar.

Llegué al trabajo un poco más temprano por aquello de las carreteras cerradas en San Juan y saludé a mis empleados, que por el tiempo que llevamos trabajando, son mi familia. Fernando, al saludarme me dice:

-Anoche hubo pelea en casa. Mi hijo va hoy pa’l paro, pero su hermana le dijo que no perdiera el tiempo.

-Bueno Fernando la realidad es que no estamos ya en los años 70 y las condiciones y reglas del juego cambiaron. Al parecer es complicado y la gente como tu hijo no lo entiende.

Fernando se ríe porque sabe que lo quiero como un padre y porque sabe mi postura ante estas cosas. Así que le digo:

-Al menos tu hija lo sabe.

Termino de bajar las cosas de la guagua y Ricardo, un joven que trabaja duro, que le gusta la agricultura, que es muy responsable y está casado con una maestra me dice:

-Jefe, hoy vamos con todo. Yo sé que las cosas contigo están seguras, pero también hay que entender que muchos no las tienen segura, como nosotros las tenemos en este trabajo.

Respiro hondo, tiene razón, pero no estoy de acuerdo. Sé que las pensiones de mis viejos están en juego, que las escuelas de mis sobrinos pueden estar cerradas el agosto próximo, que la salud de este país está deteriorada y que la esposa de Ricardo, por ejemplo, está pasando por una situación complicada. ¡Pero nadie entiende que esto no cambiará ahora ni en los próximos años!

Intento explicarles a las personas que me cuestionan el por qué no apoyo las manifestaciones, con datos, pero algunas siguen sin entender. Les presento ejemplos con números, porque los números no fallan, pero no me hacen caso o al menos eso parece.

José Huertas, un empleado que lleva nueve años conmigo y que me he dado cuenta, es bueno en matemáticas, llega con unos cables a preguntarme algo y lo paro en seco:

-José ven acá. Quiero explicarte algo a ver si me entiendes.

-Dime, en qué soy bueno patrón.

-A ver si me entiendes. En Puerto Rico trabajan por nómina un poco más 900mil personas. Ahora bien, de esos 900mil, solo 400mil aportan en contribuciones por salario, del número real de 1,600,000 aproximadamente que trabajan en el pais.

Me mira raro, pero le estoy hablando con números así que se queda pendiente a lo que le estoy diciendo.

-Lo que quiero decir es que esos 400mil que aportan al salario están por encima de 40,000 dólares de sueldo. O sea, que cuando te contratan y te pagan estos sueldos es porque posees unas habilidades que te permiten exigir derechos.

José me interrumpe:

-Quieres decir que a estas personas NO les hace falta que exista una ley que te asegure vacaciones, ni bonos, ni días de enfermedad…

-Exacto y quedarse sin trabajo no les preocupa porque sus habilidades y destrezas los ubican rapidito en un trabajo nuevo.

Antes de que José puede decir una palabra, continúo:

-Estos 400mil trabajadores tienen a sus hijos en colegios so, no les importa lo que pase con Keleher ni las escuelas que cierren.

José me interrumpe y piensa un poco. Es listo, sé que me entiende cuando le doy estos ejemplos. Así que me dice:

-Todavía queda medio millón de personas de los números que me diste al comienzo y ellas sí se van a ver afectadas. ¿O me equivoco?

-De ese medio millón, 20% son supervisores. No les afecta.

-Bueno, todavía quedan 400,000 personas.

-Y de esos, el 20% está cerca de ser supervisores o son ayudantes de supervisores, estas leyes siguen sin afectarles. Así que ya vamos por 300,000 personas.

José mueve sus manos queriendo decir para. Y un poco agitado porque piensa, tal vez que soy un ogro, dice:

-Ya estamos bajando la cantidad de números, dime que a estos 300,000 sí les afecta algo de esto.

-Claro, de estas personas, el 40% acepta esto porque al menos hay salud y trabajo. Y nos quedamos finalmente con 100,000 personas que nunca serán suficientes para crear un cambio.

-Tienes razón, pero no es tan fácil.

Se fue con las herramientas, tal vez sin entender.

Por esas cosas es que mis muchachos y yo fuimos a trabajar. Es complicado, ellos ni contrato tienen conmigo, pero saben que yo no quito días ni horas porque se enfermen ni por graduaciones ni citas con los nenes.

Por eso hoy trabajamos porque el empleado que más tiempo está trabajando en mi compañía, lleva 10 años conmigo y él es la mayor seguridad del resto. O sea, él mismo le dice a los demás empleados acerca de cobrar bono o vacaciones: «El patrón no quita horas ni días si trabajas bien y metes mano; el bono y las vacaciones las paga antes de Navidades y siempre hay un bonito pa’ la ropa de la escuela de los nenes y para el pavo».

Por eso no salí a la calle, pero soy criticado por personas que no piensan. Y en ocasiones, no razonan. Mis muchachos y yo, trabajamos el día del Paro Nacional porque realmente esto no nos afecta. Cualquier muchacho mío (empleados) te va a contestar que el que pelea por el bono es el vago porque el que trabaja cobra bono seguro.

Suena absurdo, ya estoy acostumbrado a que me insulten cada vez que expongo mi punto, pero es cierto. Como mismo es cierto que este Paro no va a funcionar hasta que todas las personas en la Isla estén bajo nómina. Los miles que protestan y luchan por unos derechos, no le hacen ni cosquillas a los cientos de miles que trabajan por debajo de la mesa.

Sí, hay cientos de miles de personas que trabajan sin estar en nómina y, por consiguiente, no les afecta estar sin plan médico privado, sin bonos o sin vacaciones.

¿Por qué? Porque mientras sigan cogiendo cupones y dinero calladitos, no hay porqué luchar por lo que les quitan a los que sí están en nómina.

La economía subterránea existe, Puerto Rico es el paraíso de la misma. El gobierno lo sabe.

Mientras veo a mis muchachos trabajar, pienso mucho en las personas que están marchando. Miro para el área de allá, veo las patrullas y pienso en que hoy, todo estará perdido. La policía, los manifestantes y la prensa están protegiendo, gritando y cubriendo las cosas y a las personas equivocadas.

Los números no fallan ni mienten. El gobierno lo sabe, desde siempre. Por eso no se preocupan por el Censo ni hacen las estadísticas como se supone.

Lo intento. Al igual que lo intenté el año pasado, pero no puedo parar. Miro a mi alrededor, veo a mis empleados y ahí es que confirmo que el país nos necesita.

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