Son las 10:50 de la noche y estoy sentada en mi cama. Estaba acostada, escuchando la lluvia y tratando de convencerme finalmente de que no tenía por qué escribir hoy nada acerca de la libertad de prensa.
Desde que me levanté a las 6:00 de la mañana, hasta ahora estuve peleando conmigo misma para no escribir nada. Una parte de mí decia: «no escribas, no vale la pena, no los toman en serio». Pero la otra, decía más claro y fuerte: «escribe, no tengas miedo de escribir, todavía hay personas que confían en ustedes».
Y así, mi mente, a veces la razón y mi corazón se pasaron el día. Peleando. No poniéndose de acuerdo. Convenciéndome, poco a poco, para que no escribiera sobre un tema tan importante como lo es el Día Internacional de la Libertad de Prensa.
Todavía es jueves, 3 de mayo de 2018. Un día importante en el mundo. Un día importante para la Isla, pero mucho más importante para mí. Hoy, como en años anteriores, decido no callar ni ser sumisa. Decido defender el oficio o la profesión más bonita del mundo, como bien dijo García Márquez infinidades de veces.
Cuando decides ser periodista, dejas de ser tú para convertirte en la voz de otras personas. Lo he dicho muchas veces. Dejas de ser importante para buscar la importancia de otros. Dejas de estar en una fiesta familiar para convertirte en familia de otras personas. Alzas la voz no para pelear, sino para informar.
Me parece absurdo, y quizás por esto no tenía muchas ganas de escribir, que todavía no se vea esta profesión como una de importancia mundial. Me parece absurdo que la confundan con la palabra chisme y me parece absurdo que no tengamos, aún, la libertad que merecemos no porque nos da la gana, sino porque es un derecho.
Solo basta con ver algunas conferencias de prensa de políticos para darse cuenta que la libertad no es absoluta. Nos restringen la libertad cuando no invitan a un periodista a esa conferencia. Nos restringen la libertad cuando no dejan que un periodista tenga su turno para realizar una pregunta. Nos siguen restringiendo cuando el entrevistado duda de nuestra preparación. Así como José Carrión III dudó de la de Jesús Rodríguez García.
No me voy a ir muy lejos. En el Paro Nacional, el pasado 1 de mayo, se observó en muchas ocasiones cómo las personas involucradas allí sentían menosprecio por los periodistas. En varias ocasiones, manifestantes le decían a los periodistas que no debían estar ahí, que no sabían hacer un trabajo parcial y que nunca debieron cubrir esa actividad.
Acepto, con mucho dolor, que lamentablemente hay periodistas que no son neutrales ni objetivos; que hay otros que siguen un editorial, pero que hay MUCHOS, cientos más que son fieles a su compromiso de llevar una noticia de una forma imparcial cumpliendo con los cánones de ética.
Adicional, pude ver en esa marcha cómo la fuerza policiaca no respetó al gremio que se dio cita en esa actividad. Periodistas veteranos, jóvenes, mujeres y hombres que solo buscaban informar y ser la voz, y los ojos, de quienes no pudieron hablar, ni estar ahí, fueron amenazados, golpeados, pisoteados por agentes que estaban cumpliendo con su deber.
¿Darle a un periodista con una macana es parte del cumplimiento de sus deberes? ¿Acaso dejarlo sin aire en el suelo caliente es dejarlo ejercer su libertad de prensa? Si es así, no sé desde cuándo, pero hasta donde yo conocía esto no es otra cosa que coartar sus derechos que como periodista él y todos tenemos.
Las cosas no están fáciles. Las emociones están a flor de piel y esto ha hecho que todos nos desenfoquemos. ¡Estamos a tiempo de corregir nuestros errores! Podemos seguir haciendo periodismo de excelencia. Podemos creer en el periodismo veraz.
Hoy, al igual que en el pasado y al igual que siempre, seguiré alzando mi voz por nuestra profesión. ¡Hoy es un día para celebrar que tenemos un derecho! El derecho a la LIBERTAD DE PRENSA.