Leia abrió los ojos y quiso caminar con prisa. Como no podía hacerlo todavía, a su caballo marrón pitó. El caballo rápido llegó e inclinó su cabeza pues sabe que la doncella sus servicios requirió.
Caballo lindo y sin igual, la princesa le dijo, quiero galopar contigo hasta el más dulce rincón. El caballo relinchó de alegría y emoción y como si fuera un héroe con el hocico la besó.
Leia Alexandra ya estaba lista para la aventura, pero para ir segura, una capa roja consiguió. Quiso emprender un viaje lejano, pa’ celebrar otro mes de vida, lejos de la gente, cerca de la fantasía y hasta el bosque llegó.
¡Oh caballo lindo y bueno, vamos a quedarnos aquí que quiero ver junto a ti el más lindo de los horizontes! Y acostada en su caballo, lo abrazó con sus tiernas manos, mientras ambos miraban el cielo lleno de colores, imaginando regiones y nombrando cada rascacielos.

Leia montó un globo grande y lleno de gas que la llevó a volar sobre una gran ciudad. Allí veía colores y también dulces gigantes y con sus manos sin guantes los quería tocar. Aprendió de sal, azúcar y pimienta. Probó también las setas y como era dulcera, un pastel empezó a morder.
La princesa ya cansada se bajó de ese gordo globo y llegó a donde Sinforoso quien con reverencia la acogió. En su lomo se sentó y con la capa que la vestía le contó la fantasía que en sus ocho meses experimentó.
Lentamente viraron, por el bosque bajo el sol, cantando una canción que una vez madrina le enseñó. Desde un cielo azul lleno de globos hasta una ciudad llena de color, al lado de Sinforoso, la doncella sonrió.
La princesa viajó quedándose dormida en los brazos de madrina, quien desde lejos la acompañó.