¡A ley de una semana para Navidad! ¡A ley de casi dos semanas para despedir el año! ¡A ley de segundos para decirte una vez más cuánto te amo! Siempre lo he hecho, pero decirlo en esta época del año, es un poquito más bonito.
Sé que esperas nuestros encuentros para que te cante, te apriete, te lleve a caminar y te acompañe a jugar con Pancho, pero en los últimos meses, he hablado de mí más que lo que se supone.
Te juro que intento perderme en tu mirada para no tener noción del tiempo, pero es tu mirada la que me invita a desnudar mi alma. ¡Tan pequeñito y tan sabio! Sabes escuchar sin juzgar. Solo escuchar a esta mujer que sigue estando enamorada de ti tanto, como la primera vez que mis ojos te vieron.
Y así pasan las horas a tu lado. No importa si te veo en tu cuarto o en el firmamento. Tampoco si te tomo en mis brazos y te canto o me canso tratando de abrazarte. ¿Te he dicho que estás enorme?
Lo que verdaderamente importa es nuestro encuentro, que para ser honesta, siempre me pasa algo para esa fecha que tengo que contarte. ¡Es como si tú mismo fueras el culpable de eso, solo para que pueda tener algo que decirte! Sé que metes tus manitas santas para que a tití le pasen cosas, hasta absurdas, solo para tener qué decirte en nuestros encuentros.
Por eso te amo, porque sigues moviendo tus manos y hablando con papito Dios para que tenga experiencias que vivir. Porque sabes que las experiencias buenas me harán feliz, pero las malas, me harán más fuerte y capaz.
Gracias a ellas, a las buenas y a las malas, soy capaz de amar, de olvidar, de sentir, de reflexionar, de equivocarme, de aprender, de volver a equivocarme como 20 veces más, pero de ser feliz en el intento. Y tú, eres parte esencial en todas las cosas que he vivido desde hace casi dos años; porque desde que naciste, has estado presente en cada una de ellas.
Jatniel Doel, las mismas experiencias que he vivido, y las que me faltan, las vas a vivir tú. Desde que naciste, desde la barriguita de tu mamita, has pasado por ellas; solo que esas experiencias no las recuerdas tú porque las vivimos los grandes que te amamos.
Vas a crecer más y tal vez en tu escuela o allá en el cielo dónde juegas en las nubes, conozcas a alguien que necesite una sonrisa; vas a tener que brindarle una de las tuyas. Conocerás a otro niño que tal vez, no quiera compartir el tobogán contigo y vas a tener que esperar que lo suelte, pero un día ese niño querrá que le prestes a Pancho y tú, tan sabio como siempre, lo harás. Supongo que conocerás el amor, verás a una niña linda, tendrás que decidir si jugar o leer, el dolor puede que lo conozcas y sé que algún día vas a llorar. No importa si es de alegría o de tristeza, pero llorarás.
Y tal como tití ha hecho, tú vivirás todas esas experiencias maravillosas. Sí, porque de cada una de ellas se aprende. Yo seguiré metiendo las patas unas cuantas veces, hasta que aprenda. Tú, tal vez no aprenderás a fuerza de cantazos, pero lo importante es que lo haremos, aprenderemos juntos.
Aprenderás algo nuevo cada día y al llegar las fechas especiales o al despedir el año, repasarás las enseñanzas vividas, te quedarás con el recuerdo de lo bueno y de lo malo sacarás la lección. Igual que como lo hago en mi cumpleaños o cada 31 de diciembre al despedir el año que culmina.
Siempre recuerdo lo bueno con cariño y lo malo lo veo con optimismo para ser mejor persona al año siguiente. Veo lo que hice mal, lo que me hizo llorar y me propongo mejorarlo. Casi nunca lo logro. Llevo años diciendo que voy a bajar de peso, cada año digo que pondré de mi parte para cambiar actitudes, me propongo aprender a decir que no en ocasiones y a enamorarme más de mí y no de alguien más. ¿Sabes qué? Nunca lo hago. No he bajado de peso, las malas actitudes me acompañan, sigo sin aprender a decir que no y sigo enamorándome, pero no de mí.
Y eso está bien. Está bien porque soy humana. Está bien, porque aunque uno debe ser mejor persona cada día, esto no se logra de la noche a la mañana. Está bien porque se vale llorar en el intento. Y sigue estando bien porque, como te mencioné, se aprende de todo esto.
Puchungo, últimamente he estado sentimental. Demasiado para ser honesta. Y una de las cosas en las que pienso es en que sé que, tal vez, llegará el día en que ya no corras a nuestros encuentros. O tal vez, tití no pueda estar ese día contigo. La vida sigue, las personas crecen y aparecen nuevas cosas a las cuales dedicarles tiempo.
No estoy dando por hecho que eso va a ocurrir, pero si ocurre, quiero que sepas que eso no es sinónimo de tristeza o decepción. Tampoco significa que no nos amemos o que cada uno dejó de ser importante en la vida del otro. Al contrario, significa que creciste y eres feliz. Significa que tití aprendió a caminar sin ti, pero contigo. Significa que ambos aprendimos de esta hermosa enseñanza.
Está bien, ya empezaste a mirarme raro. Tranquilo, no pasará nada. Solo quise explicar lo bonito que pueden llegar a ser las experiencias que el ser humano percibe a cada momento.
De todas mis experiencias la más bonita eres tú. ¡Feliz Navidad! Te amo. Por un 2018, y toda una vida, siendo tu cita favorita cada vez que nuestro calendario marque el día 18.