Hace dos mes mi vida era una aburrida, no tenía mucho que hacer. Las sonrisas se me estaban acabando y no había motivo para que llegaran más. Hasta que llegaste tú.
Llegaste en el momento más oportuno, pues como te he escrito anteriormente, llegaste a cambiar mi vida y ¡de qué manera!
La vida te enfrenta a situaciones que al comienzo no puedes entender, pero luego, después de pelear con uno mismo, te das cuenta que la vida no es injusta. Injusto fue uno y esas situaciones te hacen tocar fondo y poner los pies en la tierra. Y lo que viví contigo fue precisamente eso: tocar fondo, poner los pies en la tierra y caminar segura sin mirar atrás.
Te preguntarás cómo pudiste ayudarme si no estás conmigo y tengo que contarte mi pequeño serafín que eso es lo hermoso de la vida.
No necesito tenerte cerca para aprender de ti y no necesito verte para sentirte. ¿Ves? Ya estamos entrando en los trabalenguas, pero tú me entiendes desde siempre.
No necesito tenerte cerca para oler tu piel tan suave. No necesito qué estés aquí para saber que en este segundo mes te cambié de pañal dos veces y que te canté cuando tu mami se bañaba. Ella no lo sabe, pero tú y yo tenemos nuestra canción y nuestros secretos.
En estos dos meses te he acompañado a tres citas médicas, te ríes cuando te hago topi y soy tan miedosa que solo te he cargado una vez. ¡Es que eres tan frágil!
¡Poco a poco pierdo el miedo! Es que no te imaginas lo especial que eres y lo frágil que te ves. ¡Claro que esta brusca se asusta! ¡Yo no soy delicada ni para afeitarme las piernas!
Sí, ya me estás mirando raro. Supongo que quieres irte a dormir un rato. Solo quiero que sepas que estos dos meses han sido maravillosos y que no puedo esperar a que cumplas tres para ver si me animo a cargarte más.
Dos meses de llanto, de penas, de alegrías y de imaginación. Dos meses para decirte que te siento pegadito a mi piel como si nunca hubieras partido.