Realmente ningún hombre me había ilusionado tanto como tú. Con tan solo saber que existías, mi vida estaba completa. Mi nueva tarea desde que supe de ti, fue marcar los días en el calendario para esperar nuestro encuentro. Ni te imaginas como grité a los cuatro vientos tu existencia.
Nunca había deseado tanto algo, como te deseaba a ti. Nunca pensé que con solo mencionarte mis ojos comenzarían a brillar y que con solo mencionar tu nombre sentiría mariposas en el estómago. No exagero, te convertiste en mi amor platónico nuevo.
Durante muchos días fuiste el tema de conversación. Ya no importaba mi mejor amiga, solo importabas tú, tanto así que lo primero que hacía era pensarte cuando despertaba. Todo era mencionar tu nombre, preguntar por ti e intentar hablarte. Te hablaba mucho, en cualquier oportunidad aunque no me contestaras. En ocasiones me molestaba. Eras tan simpático con otras personas y cuando YO te hablaba no hacías ningún gesto. ¿Por qué conmigo no?
Con el pasar de los meses podía verte en fotos y veía lo hermoso que eras. Tu boca era pequeña aunque tenías unos “bembes” que invitaban a besarlos. Tu nariz grande hacía juego con tus hermosos ojos. Tus piernas largas, lo mucho que tu corazón latía y cómo te movías eran las mejores noticias que podía recibir. ¡Nueve meses para mí eran demasiados, pero para ti eran suficientes!
Así que esperé ansiosa tu llegada. En algunos meses iba a conocer al amor de mi vida y no podía estar más feliz por eso. Hasta que un día una noticia frenó mi corazón. Eras una persona muy especial. Y aunque también eras fuerte y valiente, esa noticia podía significar que tal vez no iba a poder conocerte. Mi corazón se desvaneció, pero tus ganas de llegar a mis brazos hizo que recobrara fuerzas para esperarte.
Esperaba tu llegada. Y a veces, sola en mi habitación lloraba temiendo lo peor, pero tú me enviabas un mensaje claro: “NO voy a dejar de luchar”. Y esa lucha se convirtió en la mía. Mes a mes esperaba noticias tuyas. Mes a mes tu foto me demostraba lo hermoso que eras y lo fuerte que estabas a pesar de los pronósticos en tu contra. Así que me encargué de conseguir un ejército para que orara y estuviera siempre lleno de buenas vibras por ti. ¡Tal y como lo hacía yo! Todos los días y a todas horas.
Las posibilidades no estaban a favor de nuestra relación, pero tu corazón era más fuerte que lo que esas personas vestidas con batas blancas decían. Gracias a ese corazón, que no paraba de latir, aprendí a no dejar de creer. Tu fortaleza mes tras mes dejó ver lo maravilloso que era este mundo donde vivo y lo mucho que quería enseñártelo. ¿Y por qué no? Esperar tu llegada me ayudó a tener más fe en Dios.
Y hablando de ÉL, ¡gracias a Dios que estaba muy consciente de lo que podía implicar tu llegada! Todo era tan incierto contigo que siempre nos sorprendías con tus travesuras. ¡Adelantaste nuestra cita! Llegaste un mes y dos días adelantado. ¡Cómo si supieras lo mucho que te añoraba! Era como si hubieses tenido tantas ganas de conocerme que te apresuraste para poder estar más tiempo conmigo y quiero decirte que me hiciste pasar un gran susto. ¡No estaba preparada para recibir tanto amor!
Llegaste a mi vida el viernes, 18 de marzo de 2016. Para los católicos como yo, llegaste un “Viernes de Dolores” y creo que le hiciste honor a ese día porque sé que pasaste mucho. Desde que naciste solo mostrabas tus ganas de vivir. No entendías lo que era rendirse y eso fue lo más que admiré como una loca demente de ti. Tan pequeño, tan frágil, tan tierno, tan tú.
En menos de 48 horas tu corazón dejó de latir, pero tu anhelo por querer vivir, devolvió los latidos a tu pequeño cuerpo. En menos de 48 horas recibiste arriesgadas intervenciones médicas, pero tus ganas por sentir calor humano hicieron que salieras airoso. Tu lucha por vivir era una constante, pero creo, creo no, estoy segura que me querías enseñar algo. Tal y como lo hiciste durante los meses que esperé tu venida.
Me enseñaste a ser una persona más empática. El dolor ajeno que antes no entendía, lo llegué a comprender gracias a ti. Ten la seguridad que seguiré poniéndome en los zapatos del otro antes de emitir algún juicio. ¡Porque eso era lo que querías que aprendiera! Tu llegada sirvió para dame cuenta que debo ser más humilde. ¡Porque eso era lo que querías que aprendiera! Me ayudaste a creer más en Dios. ¡Porque eso era lo que querías que aprendiera! Gracias a ti, fui más consciente, más preocupada y más madura. ¡Porque eso era lo que querías que aprendiera! Me enseñaste a esperar y a entender que las cosas no son como las deseo. ¡Porque eso era lo que querías que aprendiera! Me ayudaste a descubrir la fortaleza tan grande que tenía mi HERMANA. ¡Porque eso era lo que querías que aprendiera! Tal vez no lo ves, pero sé que tu llegada a mi vida fue por algún hermoso motivo.
Sin verte ya estaba enamorada de ti, de tu pelo lacio y tu olor tan rico. No te había visto, pero estaba segura que tu pelo era negro como el mío y que cuando crecieras te iba a gustar El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha y que ibas a querer que te leyera la segunda parte. Sabía que eras un negrito hermoso que me iba a enamorar con su sonrisa todos los días.
No solo estaba seducida por tu hermosura, sino también, rendida ante tu fortaleza. Y por esta razón hice muchos planes. Planeé como enseñarte a decir OTORRINOLARINGÓLOGO y las canciones con las que te iba a dormir a mi lado. Nuestro primer “selfie” también lo planeé y qué iba a darte en tu bienvenida.
Claro que hice todos estos planes sin verte, sin tocarte. Esperando el momento de poder besarte en la frente. Y aunque nuestro encuentro no fue como lo planeé, tengo la plena confianza de que sabes que te amaba con locura. No te vi antes no porque no quise hacerlo. Tampoco porque estaba nerviosa. No te vi antes porque las personas de batas blancas no lo permitían. Y todo lo que ellos decían había que respetarlo.
Te vi por primera vez y sé que también será la última. No pude darte el beso en la frente, pero te lo di en el corazón. No caminé viendo tus primeros pasos, pero caminé a tu lado llevándote al lugar donde vas a descansar sin sufrimientos toda una eternidad. Tú, así dormido me enseñaste mucho en tan poco tiempo. ¡Y estoy feliz!
¡Feliz! Feliz porque a pesar de los pronósticos disfrutaste el mundo por tres días. Supiste lo que era el amor verdadero. Conociste doctores que trabajaron justa e incansablemente por ti. Estoy segura que hiciste nuevas amistades con los otros bebés que estaban contigo y por supuesto, tuviste que tener una mejor amiga, así linda como yo. Percibiste el calor humano. Sé que tuviste a tu enfermera favorita siempre pendiente a ti durante estos tres días. ¡Lograste tanto en tan poco!
En pocas palabras tu misión en este mundo duró tres días. Tres días de entrega y amor. Tres días en que me hiciste la mujer más feliz del mundo. Tres días donde me regalaste, o más bien, me volviste a recordar lo que era la madurez y la tranquilidad. Paciencia, amor y bondad pude descubrir a tu lado. Gracias a ti pude ver la unión de muchas personas que como yo, te esperaban con muchas ansias, pero ninguna con ansias locas como las mías.
Así que mi pequeño Jatniel Doel Ayala Díaz espero que cuando te vuelva a ver estés recuperado porque tití no va a perder tiempo. Cantaremos, dibujaremos y leeremos mucho. Prepárate porque Keishla Julianna está preparada con muchos “Veo Veo” para jugar por todo el cielo.