Si supieras dónde estoy, me mandarías a guardar el celular, pero no lo puedo evitar. Estoy inspirada en hablar contigo. Sé que este mes, pospuse nuestra cita, pero tenía tanto que decirte que necesitaba mucho tiempo para hacerlo.
¡El momento es ahora! Y no podemos desperdiciarlo. Sé que estás feliz porque aunque tenías muchos amiguitos en el cielo, desde hace dos meses tienes a alguien especial cantándote las melodías más hermosas que existen.
Y estoy celosa, no puedo evitarlo. El mes pasado vi lo feliz que estabas, y este mes, cuando te dije que teníamos que vernos otro día, no dudaste en decir que sí. ¡Ahora estás bien acompañado! Y me alegra saberlo porque no tengo dudas que en el paraíso celestial TODO ES PERFECTO.
Nada más hay que ver lo inquieto que estás para darme cuenta que quieres irte, que esperas algo y que estás ansioso, pero no te voy a soltar tan rápido. Tengo mucho que decirte: esta semana comienzo la parte final de la maestría, hace una semana no para de llover, sigo soltera, a veces me siento sola, tu mami y yo seguimos siendo inseparables, no tengo trabajo, estuve envuelta en un «problema» con un programa de radio, hoy vi el eclipse por una caja de zapato, Mía cumplió cinco años y te sigo amando…
Amando, un verbo que cada día lo intento llevar a cabo, pero no es fácil llevarlo de una manera perfecta. Y es complicado, pero aunque todos los días fallo; todos los días consigo ser testigo de que vivo rodeada de personas que aman y algunas aman intensamente. ¡Hoy es un ejemplo de ello!
¡La casa está llena! Y tú lo sabes porque estás sentadido al lado mío. Aquí en mi falda, pegadito a mi pecho, con tu cara cerca de mí para poderte decir que te amo, con locura. ¡Puchunguito, llegué tarde, pero seguro! Y Dios no se equivoca, porque el día de hoy, el lugar de hoy y la hora en que nos vimos hoy, es perfecta.
¡Y ambos sabemos el porqué!